Me lo presentó mamá. Es hijo de una amiga, la dueña del almacén.
El caso es que no era demasiado feo y yo accedí porque no tengo nada mejor que hacer. Estoy sola.
Me tocó el timbre con la mitad del barrio mirándonos. Estaba moderadamente linda, como se viste cualquiera para una cita. Sólo había pasado 48 horas debatiendo el vestuario con mis amigas. Ni muy zorra ni muy monja.
Vestirse para una cita no es fácil: muy provocativa, puta, desesperada, ¿Qué elegir para demostrar que una está disponible para cualquier cosa pero que no es ninguna atorranta? Tema complejo si los hay. Como dice Ezequiel De Rosso, "que se note pero no tanto"(1)
Expectativas: ninguna. Es una cita que me organizó mi mamá.
Él no es feo. Es un pibe de barrio. Con esa sutileza que los caracteriza. Con un manejo de la ironía nulo y ni hablar de los chistes académicos. Claramente pegamos onda enseguida. Yo, citando a Derridá y él hablando de Vélez Sarsfield - Lanús. (Si hubiera entendido a Derridá esto hubiera tenido algún sentido, pero nunca lo entendí, sólo lo cito).
Vamos a una pizzería porque él no tiene mucha plata y yo no lo voy a invitar. Lo dejo elegir. Elige jamón con morrones.
Mansilla, en sus causseries Las siete porciones de pizza con morrón se debate al respecto: "Cualquier persona que pide pizza de jamón con morrones es sexualmente pasiva y poco creativa, lo que se entrevé en la disposición del morrón en forma de estrella" (2)
Me río, condesciendo. Apoyo las tetas sobre la mesa. Y lo miro. Yo estoy caliente y ebria y nada de lo que me diga me importa.
Después de unos vasos de vino, el ambiente se relaja. Y él confiesa: "Desde que mi mamá me habló de vos, no puedo dejar de pensar en lo buena madre que serías. Tan atenta. Tan cumplidora. Vos, vos ¿Pensás en tener hijos?"
Y yo que todavía no pienso en tener un almohadón propio (está claro que vivo con mamá y papá), le digo "Mmm... No sé. Voy al baño."
Ebria como estoy me miro al espejo y me digo "Cogételo. Pero con forro. Este te quiere hacer hijitos."
Salgo del baño y le digo "¿Vamos a dar una vuelta?" Y él accede, agradecido, ya que no le dan más las pelotas.
Nos besamos en la calle. Me toca el culo y pienso "Este chico es un idiota". Después, decide seguir tocándome, emocionado y yo pienso "Hace tanto que nada. ¿Cómo hago para que me invite a un telo sin tener que tener otra cita?"
Por suerte el barrio es amigo y hay más telos que quioscos. Y el sujeto en cuestión se deja sugestionar.
Antes de ir al telo tenemos que pasar por la casa. Porque él no se cambió, no tiene plata, no tiene forros, no sé, no entiendo bien su excusa. En un momento más que agradable veo a su madre y conozco a su tía, a su abuela, a su tatara-abuela, a sus sobrinos, primos y hermanos, que decidieron juntarse todos para comer mondongo el sábado a la noche. Paradita en la puerta, espero al gil, que está buscando forros en el cajón de su hermana.
"Mamá, mamá, me voy a tomar un helado y vuelvo"
"Bueno, hijito, abrigáte. Pásenla lindo. Chau, tesoro"
La zorra de la prima me mira con mala cara y la tátara se babea. Ya -casi- no está entre nosotros.
Vamos al telo de la vuelta. De pedo encontramos una habitación. La más barata. Subimos. Abrimos la puerta, un poco incómodos. Gil decide bajarse los pantalones antes de llegar a la cama, con la luz prendida.
El sexo es jamón con morrones, aburridísimo. Inobjetable si fuese después de tres años de novios. Pero aburridísimo para primera cita, segunda, tercera y tres años de novios.
A las dos horas nos llaman. Busco el teléfono como ramo de novia y digo "ya bajamos."
Me mira con cara de "yo quería dormir toda la noche con vos"
Yo le digo "dale, apuráte que nos cobran recargo."
"Bueno, pero mañana dormimos en casa" dice él. Yo pienso en su madre, su abuela, su tátara-abuela y el muerto que deben tener guardado en el placard y constesto "Dale, te llamo" (3)
Me voy ebria, borracha, sucia y malcogida. Llego a casa a duras penas y no entiendo nada.
Mi mamá me despierta con un ramo de rosas blancas. "Te las mandó el chico de la esquina." Y tengo una revelación: o me vuelvo trola o me caso con él por iglesia y de blanco.
Cuando me doy cuenta de que nunca voy a poder matarlo, porque no tengo los cojones, elijo la salida adulta y decido olvidarlo y no atenderle más el teléfono.(4)
(1) De Rosso, Ezequiel. Apuntes de literatura latinoamericana 2. Sobre citas y otras cuestiones varias. Buenos Aires: FCE, 1998. P.458
(2) Mansilla, Lucio V. Las siete porciones de pizza con morrón. Buenos Aires: Sudamericana, 1938. P. 57.
(3) Véase: Borges, Jorge Luis. "Dale, yo te llamo" en Fervor de Buenos Aires. Madrid: Espasa, 1954. Pp 120-167.
(4) Lo bloquée del Messenger. Cifr. Lavandera, Beatriz. El messenger y la práctica del bloqueo. ¿Primera cita o desastre universal? (Palito Ortega). Buenos Aires: Eudeba, 1983.
sábado, 19 de abril de 2008
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